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Indurain y la eterna sombra de la duda

27 Feb

Indurain

Ha sido un mito durante las últimas décadas y seguramente lo seguirá siendo para muchos, pero parece que la caída en desgracia de Lance Armstrong ha abierto la veda y el siguiente nombre en el camino es el de Miguel Indurain.

Lo publicaba la web de la televisión NOS de los Países Bajos, Miguel Indurain y el equipo Banesto habrían tenido relación con el doctor Conconi. En palabras del experto antidopaje Sandro Donati, ‘Conconi cerró contratos con Banesto por altas sumas’. Afirmación que se corrobora además en el testimonio del periodista Ludo van Klooster, que afirma haber visto el autobús de Banesto en la Universidad de Ferrara, alma máter del Doctor Cononi y que se confirma en palabras del que fuera gregario del navarro, Erwin Nijboer, que admite haber visitado dicha Universidad.

En palabras de Nijboer, iba a Ferrara a realizar ‘el test Conconi’, algo que Donati pone en duda, cuestionando los test de Conconi, algo por lo que según el conocido experto antidopaje, no se pagarían semejantes cantidades de dinero.

¿Quién es Francesco Conconi?

Para quien no lo conozca, Francesco Conconi es algo así como el padre del dopaje moderno.

Catedrático de química y biología en la Universidad de Ferrara ha trabajado entre otras cosas, para el Comité Olímpico Internacional, donde perteneció a las comisiones de Bioquímica y Fisiología y a la de Bioquímica y Dopaje. Por si fuera poco, también fue jefe de la Comisión Médica de la UCI.

En 1984 adquiere fama al ayudar a Moser en su intento de batir el récord de la hora y hacer público aquello que posteriormente se haría famoso, ‘el test Conconi’, que posteriormente sería usado por su alumno, el doctor Ferrari, que colaboraba con el intento de récord de Tony Rominguer.

Pionero también en usar el sistema de la autotrasfusión sanguínea, que puso a prueba en los Juegos Olímpicos de los Ángeles, en 1984 y que fue prohibido en 1985. Un año más tarde, en 1986 comenzó su colaboración con el COI, que siguió sufragando sus investigaciones hasta 1995.

Una de las principales líneas de investigación de Conconi era la del uso de EPO en deportistas. Tras experimentar con deportistas amateur (en concreto, 23 triatletas), es considerado como el hombre que introdujo la EPO en el ciclismo profesional.

Lo cierto es que la nómina de equipos y corredores relacionados con Conconi es ciertamente larga. Empezando por el equipo Carrera, que trataba el doctor Grazzi, que había trabajado con Conconi en la Universidad en 1993. También el equipo Gewiss-Ballan, conectado con Conconi a través de los doctores Ferrari y Casoni. Entre los corredores, nombres tan conocidos como los de Berzin, Chiappucci, Bugno, Pantani, Gotti, Ugrumov, Stephen Roche, Fondriest o el ya mencionado Moser.

También otros deportistas, como Marco Abarello (esquiador de fondo), Maurizio Damilano (marchador), Maurilio de Zolt (esquiador de fondo), Manuela di Centa (esquiadora de fondo), Silvio Fauner (esquiador de fondo), Emma Scaunich (maratoniana) o Giorgio Vanzetta (esquiador de fondo).

Todos los nombres anteriormente mencionados y alguno más, hasta un total de veintidós, componían lo que se llamó la ‘lista negra’ de Conconi. Deportistas que consumían habitualmente EPO y cuyos nombres saltaron a la palestra a través de una investigación realizada por la justicia italiana a finales de 1998 y que salpicó también al doctor Ferrari, que figuraba ya como ex-médico de nombres como Rominguer, Olano, Escartín, Rijs o De las Cuevas entre otros.

Conconi y su relación con Indurain

Lo cierto es que la relación entre Conconi e Indurain no supone ninguna novedad, es más, es un hecho más que público. Cualquiera que decida consultar una hemeroteca podrá comprobar como los diarios de la época, final de los 80 y comienzo de los 90, hablaban sin ningún tipo de problema sobre dicha relación. Está claro, todavía no se sabía nada sobre la relación de Conconi con el dopaje.

Oficialmente, Indurain y Chávarri viajaron a Milán en 1989 a la consulta de Conconi. Allí, el médico italiano sometió al ciclista navarro a diferentes ejercicios. Conconi quedó asombrado por los resultados, resaltando el potencial físico que poseía Indurain. El gran problema del ciclista por aquella época era el peso. Por ello, se sometió a una dieta estricta y a un nuevo plan de trabajo que le permitió bajar hasta los 79 kilos. Dos años después, Indurain ganaba su primer Tour.

Padilla y otros médicos

Pero el de Conconi no es el único nombre que ha relacionado a Indurain con el dopaje. También lo es, el de Sabino Padilla, médico de Banesto entre 1991 y 1995. Padilla se hizo famoso tanto por su relación a deportistas de élite como Indurain, el maratoniano Martín Fiz o el Baskonia de baloncesto, como por el positivo por dopaje de Carlos Gurpegui, jugador del Athletic de Bilbao, equipo que preparó Padilla entre 1995 y 2007.

Fue en 2002 cuando Gurpegui dio positivo por nandrolona, hecho por el que fue suspendido por dos años y que puso en el ojo del huracán a Padilla. En 2010 fue acusado por Guillermo Jiménez, presidente de la Federación Madrileña de Atletismo y ex presidente de la Comisión Nacional Antidopaje, de participar en la red de dopaje destapada por la ‘Operación Galgo’. Algo que no llegó a confirmarse nunca.

Curiosamente, cuando Padilla abandonó Banesto, en 1995, el equipo se puso en manos de los médicos italianos Marcelo Lodi y Nicola Alfieri, así como del fisiólogo Ilario Casioni. Los tres llevarían a cabo las pruebas de esfuerzo previas a la temporada 1996 y los tres, provenían del Centro Médico del deporte de la Universidad de Ferrara, que dirigía Conconi.

Portento e incógnita

Muchas son pues las dudas que recaen sobre la figura de Miguel Indurain.

¿Se pueden ganar cinco Tours sin dopaje? La respuesta de moda es no. Algo parecido dijo el propio Armstrong cuando le preguntaron sobre sus siete y también dejó dudas en su respuesta David Millar.

¿Bajar un puñado de kilos son suficientes? Como se ha visto anteriormente, la relación entre Indurain y Conconi se ciñe oficialmente a una dieta estricta, la pérdida de unos cuantos kilos que cambiaron el destino del ciclista navarro, cuya progresión se había estancado.

Desde luego, sólo unos kilos más o menos no hacen a un ciclista mediocre pentacampeón del Tour. Pero Indurain tampoco era un ciclista mediocre, era un portento. Esto se ve corroborado por los estudios que se le realizaron tanto en su época de mayor esplendor como hace unos meses.

En su época como ciclista en activo, hablamos de una frecuencia cardíaca de apenas 28 pulsaciones por minuto (los valores normales de una persona atlética están entre 40 y 60) con una frecuencia máxima de 195 . Un hombre con una capacidad pulmonar de 7,8 litros (lo normal está entre 4 y 6 litros), una potencia de 500 vatios, o un índice de grasa corporal de tan sólo un 6,3% (niveles recomendados entre 8% y 19%).

Por si fuera poco, según un estudio publicado Iñigo Mujika en el verano de 2012 en el International Journal of Sports Physiology and Performance, la merma había oscilado entre un 12 y un 20% pero mantenía indices extraordinarios.

En la prueba, realizada en 2010, con un Indurain de 46 años y 92 kilos, todavía quedaban índices de gran valor, como una frecuencia cardíaca máxima de 170 pulsaciones, o sus 450 vatios, comparables con los de algunos ciclistas en su época en activo, como los 380 de Mercx, los 456 de Rominguer o los 462 de Boardman.